La primera mujer sobre la tierra

Pandora fue la primera mujer sobre la Tierra según la mitología griega y más concretamente Hesíodo. Creada por expreso mandato de Zeus, su nacimiento tenía por objeto introducir el sufrimiento y la penuria en la vida de los hombres como castigo a la afrenta de Prometeo que robara el elemento fuego, reservado a los dioses, para otorgárselo a los mortales. Pandora fue dotada de deslumbrante belleza, las artes de la seducción y el telar, y un carácter voluble. La bella Pandora portaría consigo, además, una misteriosa ánfora o jarra -que nosotros interpretamos como una metáfora de la vagina-, la cual pondría a prueba la estulticia del varón, básicamente, y que acabaría arrastrando al fango a todo quisque. La expresión «caja de Pandora» en lugar de jarra o ánfora es una deformación renacentista, al parecer. La caja, que no debía ser abierta, naturalmente se forzó con lo que sembró de nefastas consecuencias a la condenada humanidad. En el fondo de ella quedó anclada la esperanza, es decir, y siguiendo nuestra personal interpretación del mito, la semilla de un nuevo ser que pudiera enmendar la estupidez de sus antecesores.

 

Eva es la primera mujer sobre la Tierra según la creencia de las tres religiones monoteístas abrahámicas: judía, cristiana y musulmana. Su nombre, en hebreo, significa "dadora de vida". Eva fue extraída por Yahveh de una costado de Adán en una suerte de elongación y ulterior cercenado, suponemos, del costillar adánico. Eva encarna el prototipo de una mujer inconsistente, poco fiable, ambiciosa y transgresora de las normas en pos del poder que confiere el conocimiento del bien y del mal, la cual convence e invita a su débil compañero en su viaje iniciático por lo prohibido. El irresponsable comportamiento de Eva y la debilidad de carácter de Adán, serán sancionados por su hacedor, que los expulsa del Edén a una vida de sufrimientos en la que deben ganarse el retorno al paraíso tras la muerte, sometiendo a ella a la voluntad del varón y castigándola con el dolor en el parto -aún no se conocía la anestesia epidural- y a él, condenándolo a trabajar duro -aún no se conocía la partitocracia- para poder alimentar así a su prole. De esta forma, ya desde el Génesis, los roles masculino y femenino quedan, en adelante, meridanamente trazados para el común de los creyentes.


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